tag:blogger.com,1999:blog-46154267383769178452024-03-08T05:30:46.445-08:00una gentileza un poco irónicaeudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.comBlogger12125tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-61191075557583904192008-05-31T12:31:00.001-07:002008-05-31T12:31:44.464-07:00rayuela - capítulo 52<div style="color: rgb(102, 0, 204);" class="Section1"> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">Porque en realidad él no le podía <i style="">contar </i>nada a Traveler. Si empezaba a tirar del ovillo iba a salir una hebra de lana, metros de lana, lanada, lanagnórisis, lanatúrner, lannapurna, lanatomía, lanata, lanatalidad, lanacionalidad, lanaturalidad, la lana hasta lanáusea pero nunca el ovillo. Hubiera tenido que hacerle sospechar a Traveler que lo que le contara no tenía sentido directo (¿pero qué sentido tenía?) y que tampoco era una especie de figura o de alegoría. La diferencia insalvable, un problema de niveles que nada tenían que ver con la inteligencia o la información, una cosa era jugar al truco o discutir a John Donne con Traveler, todo transcurría en un territorio de apariencia común; pero lo otro, ser una especie de mono entre los hombres, querer ser un mono por razones que ni siquiera el mono era capaz de explicarse empezando porque de razones no tenían nada y su fuerza estaba precisamente en eso, y así sucesivamente.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">Las primeras noches en la clínica fueron tranquilas; el personal saliente desempeñaba todavía sus funciones, y los nuevos se limitaban a mirar, recoger experiencia y reunirse en la farmacia donde Talita, de blanco vestida, redescubría emocionada las emulsiones y los barbitúricos. El problema era sacarse de encima a la Cuca Ferraguto, instalada como fierro en el departamento del administrador, porque la Cuca parecía decidida a imponer su férula a la clínica, y el mismo Dire escuchaba respetuoso el <i style="">new deal </i>resumido en términos tales como higiene, disciplina, diospatriayhogar, piyamas grises y té de tilo. Asomándose a cada rato a la farmacia, la Cuca prestaba-un-oído-atento a los supuestos diálogos profesionales del nuevo equipo. Talita le merecía cierta confianza porque la chica tenía su diploma ahí colgado, pero el marido y el compinche eran sospechosos. El problema de la Cuca era que a pesar de todo siempre le habían caído horriblemente simpáticos, lo que la obligaba a debatir cornelianamente el deber y los metejones platónicos, mientras Ferraguto organizaba la administración y se iba acostumbrando de a poco a sustituir tragasables por esquizofrénicos y fardos de pasto por ampollas de insulina. Los médicos, en número de tres, acudían por la mañana y no molestaban gran cosa. El interno, tipo dado al póker, ya había intimado con Oliveira y Traveler; en su consultorio del tercer piso se armaban potentes escaleras reales, y pozos de entre diez y cien mangos pasaban de mano en mano que te la voglio dire.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">Los enfermos mejor, gracias.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: right;" align="right"><b style=""><span lang="ES-AR"><a href="#_89_1"><span style="">(-89)</span></a><o:p></o:p></span></b></p> </div> <span style="font-size: 18pt; font-family: "Book Antiqua"; color: rgb(102, 0, 204);" lang="ES-AR"><br /> </span>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-55585995738786640162008-05-31T12:30:00.000-07:002008-05-31T12:31:14.810-07:00rayuela - capítulo 69<div style="color: rgb(51, 204, 255);" class="Section1"> <p class="MsoNormal"><i style=""><span style="">(Renovigo, N° 5)<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal"><i style=""><span style=""><o:p> </o:p></span></i></p> <h6>Otro suisida</h6> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><i style=""><span style=""><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Ingrata sorpresa fue leer en «Ortográfiko» la notisia de aber fayesido en San Luis Potosí el 1° de marso último, el teniente koronel (acendido a koronel para retirarlo del serbisio), Adolfo Abila Sanhes. Sorpresa fue porke no teníamos notisia de ke se ayara en kama. Por lo demás, ya ase tiempo lo teníamos katalogado entre nuestros amigos los suisidas, i en una okasión se refirió «Renovigo» a siertos síntomas en él obserbados. Solamente ke Abila Sanhes no eskojió el rebólber komo el eskritor antiklerikal Giyermo Delora, ni la soga como el esperantista fransés Eujenio Lanti.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Abila Sanhes fue un ombre meresedor de atención i de apresio. Soldado pundonoroso onró a su institusión en la teoría i en la práktica. Tubo un alto konsepto de la lealtad i fue asta el kampo de bataya. Ombre de kultura, enseñó siensias a jóbenes i adultos. Pensador, eskribió bastante en periódikos i dejó algunas obras inéditas, entre eyas «Máximas de Kuartel». Poeta, bersifikaba kon gran fasilidad en distintos jéneros. Artista del lápis y la pluma, nos regaló barias beses kon sus kreasiones. Linguista, era muy afekto a tradusir sus propias produksiones al inglés, esperanto i otros idiomas.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">En konkreto, Abila Sanhes fue ombre de pensamiento y aksión, de moral i de kultura. Esto son las partidas de su aber.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">En la otra kolumna de su kuenta, ai kargadas barias, i es natural titubear antes de lebantar el belo de su bida pribada. Pero komo no la tiene el ombre públiko i Abila Sanhes lo fue, inkuriríamos en la falta ke antes señalamos okultando el reberso de la medaya. En nuestro karákter de biógrafos e istoriadores debemos romper kon los eskrúpulos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Konosimos personalmente a Abila Sanhes aya por 1936 en Linares, N.L., i luego en Monterei lo tratamos en su ogar, ke paresía próspero y felis. Años después ke lo bisitamos en Samora, la impresión fue totalmente opuesta, nos dimos kuenta de ke el ogar se derumbaba, i as¡ fue semanas más tarde, lo abandonó la primera esposa i después se dispersaron los ijos. Posteriormente en San Luis Potosí, enkontró a una joben bondadosa ke le tubo simpatía y aseptó kasarse kon él: por eso kreó una segunda familia, ke abnegadamente soportó más ke la primera i no yegó a abandonarlo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Ké ubo primero en Abila Sanhes, el desarreglo mental o el alkoolismo? No lo sabemos, pero ambos, kombinados, fueron la ruina de su bida y la kausa de su muerte. Un enfermo en sus últimos años, lo abíamos desausiado sabiendo ke era un suisida kaminando rápidamente asia su inebitable fin. El fatalismo se impone kuando obserba uno a personas tan klaramente dirijidas asia un serkano y trájico okaso.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">El desaparesido kreía en la bida futura. Si lo konfirmó, ke aye en eya la felisidad ke, aunke kon distintas karakterísticas, anelamos todos los umanos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style=""><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: right;" align="right"><b style=""><span style=""><a href="#_52"><span style="">(-52)</span></a><o:p></o:p></span></b></p> </div> <span style="font-size: 13pt; font-family: "Book Antiqua"; color: black;"><br /> </span>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-33522221337319303012008-05-31T12:26:00.000-07:002008-05-31T12:27:09.040-07:00rayuela - capítulo 44<div style="color: rgb(102, 102, 102);" class="Section1"> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">Era cierto que Traveler dormía poco, en mitad de la noche suspiraba como si tuviera un peso sobre el pecho y se abrazaba a Talita que lo recibía sin hablar, apretándose contra él para que la sintiera profundamente cerca. En la oscuridad se besaban en la nariz, en la boca, sobre los ojos, y Traveler acariciaba la mejilla de Talita con una mano que salía de entre las sábanas y volvía a esconderse como si hiciera mucho frío, aunque los dos estaban sudando; después Traveler murmuraba cuatro o cinco cifras, vieja costumbre para volver a dormirse, y Talita lo sentía aflojar los brazos, respirar hondo, aquietarse. De día andaba contento y silbaba tangos mientras cebaba mate o leía, pero Talita no podía cocinar sin que él se apareciera cuatro o cinco veces con pretextos diversos y hablara de cualquier cosa, sobre todo del manicomio ahora que las tratativas parecían bien encaminadas y el Director se embalaba cada vez más con las perspectivas de comprar el loquero. A Talita le hacía poca gracia la idea del manicomio, y Traveler lo sabía. Los dos le buscaban el lado humorístico, prometiéndose espectáculos dignos de Samuel Beckett, despreciando de labios para afuera al pobre circo que completaba sus funciones en Villa del Parque y se preparaba a debutar en San Isidro. A veces Oliveira caía a tomar mate, aunque por lo general se quedaba en su pieza aprovechando que Gekrepten tenía que irse al empleo y él podía leer y fumar a gusto. Cuando Traveler miraba los ojos un poco violeta de Talita mientras la ayudaba a desplumar un pato, lujo quincenal que entusiasmaba a Talita, aficionada al pato en todas sus presentaciones culinarias, se decía que al fin y al cabo las cosas no estaban tan mal como estaban, y hasta prefería que Horacio se arrimara a compartir unos mates, porque entonces empezaban inmediatamente a jugar un juego cifrado que apenas comprendían pero que había que jugar para que el tiempo pasara y los tres se sintieran dignos los unos de los otros. También leían, porque de una juventud coincidentemente socialista, y un poco teosófica por el lado de Traveler, los tres amaban cada uno a su manera la lectura comentada, las polémicas por el gusto hispano argentino de querer convencer y no aceptar jamás la opinión contraria, y las posibilidades innegables de reírse como locos y sentirse por encima de la humanidad doliente so pretexto de ayudarla a salir de su mierdosa situación contemporánea.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">Pero era cierto que Traveler dormía mal, Talita se lo repetía retóricamente mientras lo miraba afeitarse iluminado por el sol de la mañana. Una pasada, otra, Traveler en camiseta y pantalón de piyama silbaba prolongadamente <i style="">La gayola </i>y después proclamaba a gritos: «¡Musita, melancólico alimento para los que vivimos de amor!», y dándose vuelta miraba agresivo a Talita que ese día desplumaba el pato y era muy feliz porque los canutos salían que era un encanto y el pato tenía un aire benigno poco frecuente en esos cadáveres rencorosos, con los ojitos entreabiertos y una raja imperceptible como de luz entre los párpados, animales desdichados.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—¿Por qué dormís tan mal, Manú?</span></p> <p class="MsoNormal"><i style=""><span lang="ES-AR">—¡Música, me</span></i><span lang="ES-AR"> ...<i style="">!</i> ¿Yo, mal? Directamente no duermo, amor mío, me paso la noche meditanto el <i style="">Liber penitentialis</i>, edición Macrovius Basca, que le saqué el otro día al doctor Feta aprovechando un descuido de su hermana. Por cierto que se lo voy a devolver, debe costar miles de mangos. Un <i style="">Liber penitentialis, </i>date cuenta.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—¿Y qué es eso? —dijo Talita que ahora comprendía ciertos escamoteos y un cajón con doble llave—. Vos me escondés tus lecturas, es la primera vez que ocurre desde que nos casamos.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Ahí está, podés mirarlo todo lo que se te dé la gana, pero siempre que primero te laves las manos. Lo escondo porque es valioso y vos andás siempre con raspas de zanahoria y cosas así en los dedos, sos tan doméstica que arruinarías cualquier incunable.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—No me importa tu libro —dijo Talita ofendida—. Vení a cortarle la cabeza, no me gusta aunque esté muerto. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Con la navaja —propuso Traveler—. Le va a dar un aire truculento al asunto, y además siempre es bueno ejercitarse, uno nunca sabe.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—No. Con este cuchillo que está afilado. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Con la navaja.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—No. Con este cuchillo.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">Traveler se acercó navaja en mano al pato y le hizo volar la cabeza.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Andá aprendiendo —dijo—. Si nos toca ocuparnos del manicomio conviene acumular experiencia tipo doble asesinato de la calle de la Morgue.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—¿Se matan así los locos?</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—No, vieja, pero de cuando en cuando se tiran el lance. Lo mismo que los cuerdos, si me permitís la mala comparación.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Es vulgar —admitió Talita, organizando el pato en una especie de paralelepípedo sujeto con piolín blanco. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—En cuanto a que no duermo bien —dijo Traveler, limpiando la navaja en un papel higiénico— vos sabés perfectamente de qué se trata.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Pongamos que sí. Pero vos también sabés que no hay problema.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Los problemas —dijo Traveler— son como los calentadores Primus, todo está muy bien hasta que revientan. Yo te diría que en este mundo hay problemas teleológicos. Parece que no existen, como en este momento, y lo que ocurre es que el reloj de la bomba marca las doce del día de mañana. Tic-tac, tic-tac, todo va tan bien. Tic-tac.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Lo malo —dijo Talita— es que el encargado de darle cuerda al reloj sos vos mismo.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Mi mano, ratita, está también marcada para las doce de mañana. Entre tanto vivamos y dejemos vivir.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">Talita untó el pato con manteca, lo que era un espectáculo denigrante.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—¿Tenés algo que reprocharme? —dijo, como si le hablara al palmípedo.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Absolutamente nada en este momento —dijo Traveler—. Mañana a las doce veremos, para prolongar la imagen hasta su desenlace cenital.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Cómo te parecés a Horacio —dijo Talita—. Es increíble cómo te parecés.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Tic-tac —dijo Traveler buscando los cigarrillos—. </span><span style="" lang="EN-GB">Tic-tac, tic-tac.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Sí, te parecés —insistió Talita, soltando el pato que se estrelló en el suelo con un ruido fofo que daba asco—. El también hubiera dicho: Tic-tac, él también hubiera hablado con figuras todo el tiempo. ¿Pero es que me van a dejar tranquila? Te digo a propósito que te parecés a él, para que de una vez por todas nos dejemos de absurdos. No puede ser que todo cambie así con la vuelta de Horacio. Anoche se lo dije, ya no puedo más, ustedes están jugando conmigo, es como un partido de tenis, me golpean de los dos lados, no hay derecho, Manú, no hay derecho.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">Traveler la tomó en sus brazos aunque Talita se resistía, y después de poner un pie encima del pato y dar un resbalón que casi los manda al suelo, consiguió dominarla y besarle la punta de la nariz.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—A lo mejor no hay bomba para vos, ratita —dijo sonriéndole con una expresión que aflojó a Talita, la hizo buscar una postura más cómoda entre sus brazos—. Mirá, no es que yo ande buscando que me caiga un refusilo en la cabeza, pero siento que no debo defenderme con un pararrayos, que tengo que salir con la cabeza al aire hasta que sean las doce de algún día. Solamente después de esa hora, de ese día, me voy a sentir otra vez el mismo. No es por Horacio, amor, no es solamente por Horacio aunque él haya llegado como una especie de mensajero. A lo mejor si no hubiese llegado me habría ocurrido otra cosa parecida. Habría leído algún libro desencadenador, o me habría enamorado de otra mujer... Esos pliegues de la vida, comprendés, esas inesperadas mostraciones de algo que uno no se había sospechado y que de golpe ponen todo en crisis. Tendrías que comprender.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—¿Pero es que vos creés realmente que él me busca, y que yo...?</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—El no te busca en absoluto —dijo Traveler, soltándola—. A Horacio vos le importás un pito. No te ofendas, sé muy bien lo que valés y siempre estaré celoso de todo el mundo cuando te miran o te hablan. Pero aunque Horacio se tirara un lance con vos, incluso en ese caso, aunque me creas loco yo te repetiría que no le importás, y por lo tanto no tengo que preocuparme. Es otra cosa —dijo Traveler subiendo la voz—. ¡Es malditamente otra cosa, carajo!</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Ah —dijo Talita, recogiendo el pato y limpiándole el pisotón con un trapo de cocina—. Le has hundido las costillas. De manera que es otra cosa. No entiendo nada, pero a lo mejor tenés razón.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Y si él estuviera aquí —dijo Traveler en voz baja, mirando su cigarrillo— tampoco entendería nada. Pero sabría muy bien que es otra cosa. Increíble, parecería que cuando él se junta con nosotros hay paredes que se caen, montones de cosas que se van al quinto demonio, y de golpe el cielo se pone fabulosamente hermoso, las estrellas se meten en esa panera, uno podría pelarlas y comérselas, ese pato es propiamente el cisne de Lohengrin, y detrás, detrás...</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—¿No molesto? —dijo la señora de Gutusso, asomándose desde el zaguán—. A lo mejor ustedes estaban hablando de cosas personales, a mí no me gusta meterme donde no me llaman.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Valiente —dijo Talita—. Entre nomás, señora, mire qué belleza de animal.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Una gloria —dijo la señora de Gutusso—. Yo siempre digo que el pato será duro pero tiene su gusto especial. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Manú le puso un pie encima —dijo Talita—. Va a estar hecho una manteca, se lo juro.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-AR">—Póngale la firma —dijo Traveler.</span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 14pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: right;" align="right"><b style=""><span lang="ES-AR"><a href="#_102"><span style="">(-102)</span></a><o:p></o:p></span></b></p> </div> <b style="color: rgb(102, 102, 102);"><span style="font-size: 13pt; font-family: "Book Antiqua";" lang="ES-AR"><br /> </span></b>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-7395030371113862582008-05-31T12:25:00.001-07:002008-05-31T12:25:56.947-07:00rayuela - capítulo 125<p style="color: rgb(0, 102, 0);" class="MsoNormal"><span style="">La noción de ser como un perro entre los hombres: materia de desganada reflexión a lo largo de dos cañas y una caminata por los suburbios, sospecha creciente de que sólo el alfa da el omega, de que toda obstinación en una etapa intermedia —épsilon, lambda— equivale a girar con un pie clavado en el suelo. La flecha va de la mano al blanco: no hay mitad de camino, no hay siglo XX entre el X y el XXX. Un hombre debería ser capaz de aislarse de la especie dentro de la especie misma, y optar por el perro o el pez original como punto inicial de la marcha hacia sí mismo. No hay pasaje para el doctor en letras, no hay apertura para el alergólogo eminente. Incrustados en la especie, serán lo que deben ser y si no no serán nada. Muy meritorios, ni qué hablar, pero siempre épsilon, lambda o pi, nunca alfa y nunca omega. El hombre de que se habla no acepta esas seudo realizaciones, la gran máscara podrida de Occidente. El tipo que ha llegado vagando hasta el puente de la Avenida San Martín y fuma en una esquina, mirando a una mujer que se ajusta una media, tiene una idea completamente insensata de lo que él llama realización, y no lo lamenta porque algo le dice que en la insensatez está la semilla, que el ladrido del perro anda más cerca del omega que una tesis sobre el gerundio en Tirso de Molina. Qué metáforas estúpidas. Pero él sigue emperrado, es el caso de decirlo. ¿Qué busca? ¿Se busca? No se buscaría si ya no se hubiera encontrado. Quiere decir que se ha encontrado (pero esto ya no es insensato, ergo hay que desconfiar. Apenas la dejás suelta, La Razón te saca un boletín especial, te arma el primer silogismo de una cadena que no te lleva a ninguna parte como no sea a un diploma o a un chalecito californiano y los nenes jugando en la alfombra con enorme encanto de mamá). A ver, vamos despacio: ¿Qué es lo que busca ese tipo? ¿Se busca? ¿Se busca en tanto que individuo? ¿En tanto que individuo pretendidamente intemporal, o como ente histórico? Si es esto último, tiempo perdido. Si en cambio se busca al margen de toda contingencia, a lo mejor lo del perro no está mal. Pero vamos despacio (le encanta hablarse así, como un padre a su hijo, para después darse el gran gusto de todos los hijos y patearle el nido al viejo), vamos piano piano, a ver qué es eso de la búsqueda. Bueno, la búsqueda no es. Sutil, eh. No es búsqueda porque ya se ha encontrado. Solamente que el encuentro no cuaja. Hay carne, papas y puerros, pero no hay puchero. O sea que ya no estamos con los demás, que ya hemos dejado de ser un ciudadano (por algo me sacan carpiendo de todas partes, que lo diga Lutecia), pero tampoco hemos sabido salir del perro para llegar a eso que no tiene nombre, digamos a esa conciliación, a esa reconciliación.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(0, 102, 0);" class="MsoNormal"><span style="">Terrible tarea la de chapotear en un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna, por decirlo escolásticamente. ¿Qué se busca? ¿Qué se busca? Repetirlo quince mil veces, como martillazos en la pared. ¿Qué se busca? ¿Qué es esa conciliación sin la cual la vida no pasa de una oscura tomada de pelo? No la conciliación del santo, porque si en la noción de bajar al perro, de recomenzar desde el perro o desde el pez o desde la mugre y la fealdad y la miseria y cualquier otro disvalor, hay siempre como una nostalgia de santidad, parecería que se añora una santidad no religiosa (y ahí empieza la insensatez), un estado <i style="">sin diferencia, </i>sin santo (porque el santo es siempre de alguna manera el santo y los que no son santos, y eso escandaliza a un pobre tipo como el que admira la pantorrilla de la muchacha absorta en arreglarse la media torcida), es decir que si hay conciliación tiene que ser otra cosa que un estado de santidad, estado excluyente desde el vamos. Tiene que ser algo inmanente, sin sacrificio del plomo por el oro, del celofán por el cristal, del menos por el más; al contrario, la insensatez exige que el plomo valga el oro, que el más esté en el menos. Una alquimia, una geometría no euclidiana, una indeterminación <i style="">up to date </i>para las operaciones del espíritu y sus frutos. No se trata de <i style="">subir, </i>viejo ídolo mental desmentido por la historia, vieja zanahoria que ya no engaña al burro. No se trata de perfeccionar, de decantar, de rescatar, de escoger, de librealbedrizar, de ir del alfa hacia el omega. <i style="">Ya se está. </i>Cualquiera ya está. El disparo está en la pistola; pero hay que apretar un gatillo y resulta que el dedo está haciendo señas para parar el ómnibus, o algo así.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(0, 102, 0);" class="MsoNormal"><span style="">Cómo habla, cuánto habla este vago fumador de suburbio. La chica ya se acomodó la media, listo. ¿Ves? Formas de la conciliación. </span><i style=""><span style="" lang="PT">Il mio supplizio</span></i><span style="" lang="PT">... </span><span style="">A lo mejor todo es tan sencillo, un tironcito a las mallas, un dedito mojado con saliva que pasa sobre la parte corrida. A lo mejor bastaría agarrarse la nariz y ponérsela a la altura de la oreja, desacomodar una nada la circunstancia. Y no, tampoco así. Nada más fácil que cargarle la romana a lo de afuera, como si se estuviera seguro de que afuera y adentro son las dos vigas maestras de la casa. Pero es que todo está mal, la historia te lo está diciendo, y el hecho mismo de estarlo pensando en vez de estarlo viviendo te prueba que está mal, que nos hemos metido en una desarmonía total que todos nuestros recursos disfrazan con el edificio social, con la historia, con el estilo jónico, con la alegría del Renacimiento, con la tristeza superficial del romanticismo, y así vamos y que nos echen un galgo.</span><span style="font-size: 14pt;" lang="ES-AR"><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoHeader" style="color: rgb(0, 102, 0);"><span style=""><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: right; color: rgb(0, 102, 0);" align="right"><b style=""><span style=""><a href="#_44_1"><span style="">(-44)</span></a><o:p></o:p></span></b></p>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-31121945654579670132008-05-31T12:24:00.001-07:002008-05-31T12:24:57.855-07:00rayuela - capítulo 91<div style="color: rgb(153, 51, 153);" class="Section1"> <p class="MsoNormal"><span style="">Los papeles sueltos en la mesa. Una mano (de Wong). Una voz lee despacio, equivocándose, las <i style="">t</i> como ganchos, las <i style="">e</i> incalificables. Apuntes, fichas donde hay una palabra, un verso en cualquier idioma, la cocina del escritor. Otra mano (Ronald). Una voz grave que sabe leer. Saludos en voz baja a Ossip y a Oliveira que llegan contritos (Babs ha ido a abrirles, los ha recibido con un cuchillo en cada mano). Coñac, luz de oro, la leyenda de la profanación de la hostia, un pequeño De Stäel. Las gabardinas se pueden dejar en el dormitorio. Una escultura de (quizá) Brancusi. En el fondo del dormitorio, perdida entre un maniquí vestido de húsar y una pila de cajas donde hay alambres y cartones. Las sillas no alcanzan, pero Oliveira trae dos taburetes. Se produce uno de esos silencios comparables, según Gênet, al que observan las gentes bien educadas cuando perciben de pronto, en un salón, el olor de un pedo silencioso. Recién entonces Etienne abre el portafolios y saca los papeles.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Nos pareció mejor esperarte para clasificarlos —dice—. Entre tanto estuvimos mirando algunas hojas sueltas. Esta bruta tiró un huevo hermosísimo a la basura.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Estaba podrido —dice Babs.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Gregorovius pone una mano que tiembla visiblemente sobre una de las carpetas. Debe hacer mucho frío en la calle, entonces un coñac doble. El color de la luz los calienta, y la carpeta verde, el Club. Oliveira mira el centro de la mesa, la ceniza de su cigarrillo empieza a sumarse a la que llena el cenicero.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style=""><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: right;" align="right"><b style=""><span style=""><a href="#_82_1"><span style="">(-82)</span></a><o:p></o:p></span></b></p> </div> <span style="font-size: 18pt; font-family: "Book Antiqua"; color: black;" lang="ES-AR"><br /> </span>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-75904671973162271762008-05-31T12:23:00.000-07:002008-05-31T12:24:06.922-07:00rayuela - capítulo 94<p style="color: rgb(255, 102, 0);" class="MsoNormal"><i style=""><span style="">Morelliana.<o:p></o:p></span></i></p> <p style="color: rgb(255, 102, 0);" class="MsoNormal"><span style="">Una prosa puede corromperse como un bife de lomo. Asisto hace años a los signos de podredumbre en mi escritura. Como yo, hace sus anginas, sus ictericias, sus apendicitis, pero me excede en el camino de la disolución final. Después de todo podrirse significa terminar con la impureza de los compuestos y devolver sus derechos al sodio, al magnesio, al carbono químicamente puros. Mi prosa se pudre sintácticamente y avanza —con tanto trabajo— hacia la simplicidad. Creo que por eso ya no sé escribir «coherente»; un encabritamiento verbal me deja de a pie a los pocos pasos. <i style="">Fixer des vertiges, </i>qué bien. Pero yo siento que debería fijar elementos. El poema está para eso, y ciertas situaciones de novela o cuento o teatro. Lo demás es tarea de relleno y me sale mal.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(255, 102, 0);" class="MsoNormal"><span style="">—Sí, pero los elementos, ¿son lo esencial? Fijar el carbono vale menos que fijar la historia de los Guermantes. <o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(255, 102, 0);" class="MsoNormal"><span style="">—Creo oscuramente que los elementos a que apunto son un término de la composición. Se invierte el punto de vista de la química escolar. Cuando la composición ha llegado a su extremo límite, se abre el territorio de lo elemental. Fijarlos y, si es posible, serlos.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(255, 102, 0);" class="MsoNormal"><span style=""><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: right; color: rgb(255, 102, 0);" align="right"><b style=""><span style=""><a href="#_91_1"><span style="">(-91)</span></a><o:p></o:p></span></b></p>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-25688488759821872402008-05-31T12:22:00.000-07:002008-05-31T12:23:07.564-07:00rayuela - capítulo 105<div style="color: rgb(153, 0, 0);" class="Section1"> <p class="MsoNormal"><i style=""><span style="">Morelliana.<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Pienso en los gestos olvidados, en los múltiples ademanes y palabras de los abuelos, poco a poco perdidos, no heredados, caídos uno tras otro del árbol del tiempo. Esta noche encontré una vela sobre una mesa, y por jugar la encendí y anduve con ella en el corredor. El aire del movimiento iba a apagarla, entonces vi levantarse sola mi mano izquierda, ahuecarse, proteger la llama con una pantalla viva que alejaba el aire. Mientras el fuego se enderezaba otra vez alerta, pensé que ese gesto había sido el de todos nosotros (pensé <i style="">nosotros </i>y<i style=""> </i>pensé bien, o sentí bien) durante miles de años, durante la Edad del Fuego, hasta que nos la cambiaron por la luz eléctrica. Imaginé otros gestos, el de las mujeres alzando el borde de las faldas, el de los hombres buscando el puño de la espada. Como las palabras perdidas de la infancia, escuchadas por última vez a los viejos que se iban muriendo. En mi casa ya nadie dice «la cómoda de alcanfor», ya nadie habla de «las trebes» —las trébedes—. Como las músicas del momento, los valses del año veinte, las polkas que enternecían a los abuelos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Pienso en esos objetos, esas cajas, esos utensilios que aparecen a veces en graneros, cocinas o escondrijos, y cuyo <i style="">uso ya nadie es capaz de explicar. </i>Vanidad de creer que comprendemos las obras del tiempo: él entierra sus muertos y guarda las llaves. Sólo en sueños, en la poesía, en el juego —encender una vela, andar con ella por el corredor— nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style=""><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: right;" align="right"><b style=""><span style=""><a href="#_96"><span style="" lang="EN-GB">(-96)</span></a></span></b><b style=""><span style="" lang="EN-GB"><o:p></o:p></span></b></p> </div> <span style="font-size: 18pt; font-family: "Book Antiqua"; color: black;" lang="EN-GB"><br /> </span>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-58159095808092776792008-05-31T12:20:00.000-07:002008-05-31T12:21:43.197-07:00rayuela - capítulo 142<p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">1.<span style=""> </span>—No sé cómo era —dijo Ronald—. No lo sabremos nunca. De ella conocíamos los efectos en los demás. Éramos un poco sus espejos, o ella nuestro espejo. No se puede explicar.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">2.<span style=""> </span>—Era tan tonta —dijo Etienne—. Alabados sean los tontos, etcétera. Te, juro que hablo en serio, que cito en serio. Me irritaba su tontería, Horacio porfiaba que era solamente falta de información, pero se equivocaba. Hay una diferencia bien conocida entre el ignorante y el tonto, y cualquiera lo sabe menos el tonto, por suerte para él. Creía que el estudio, ese famoso estudio, le daría inteligencia. Confundía saber con entender. La pobre entendía tan bien muchas cosas que ignorábamos a fuerza de saberlas<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">3.<span style=""> </span>—No incurras en ecolalia —dijo Ronald—. Toda esa baraja de antinomias, de polarizaciones. Para mí su tontería era el precio de ser tan vegetal, tan caracol, tan pegada a las cosas más misteriosas. Ahí está, fijate: no era capaz de creer en los nombres, tenía que apoyar el dedo sobre algo y sólo entonces lo admitía. No se va muy lejos así. Es como ponerse de espaldas a todo el occidente, a las Escuelas. Es malo para vivir en una ciudad, para tener que ganarse la vida. Eso la iba mordiendo.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">4.<span style=""> </span>—Sí, sí, pero en cambio era capaz de felicidades infinitas, yo he sido testigo envidioso de algunas. La forma de un vaso, por ejemplo. ¿Qué otra cosa busco yo en la pintura, decime? Matándome, exigiéndome itinerarios abrumadores para desembocar en un tenedor, en dos aceitunas. La sal y el centro del mundo tienen que estar ahí, en ese pedazo del mantel. Ella llegaba y lo sentía. Una noche subí a mi taller, la encontré delante de un cuadro terminado esa mañana. Lloraba como lloraba ella, con toda la cara, horrible y maravillosa. Miraba mi cuadro y lloraba. No fui bastante hombre para decirle que por la mañana yo también había llorado. Pensar que eso le hubiera dado tanta tranquilidad, vos sabés cuánto dudaba, cómo se sentía poca cosa rodeada de nuestras brillantes astucias. <o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">5.<span style=""> </span>—Se llora por muchas razones —dijo Ronald—. Eso no prueba nada.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">6.<span style=""> </span>—Por lo menos prueba un contacto. Cuántos otros, delante de esa tela, la apreciaron con frases pulidas, recuento de influencias, todos los comentarios posibles <i style="">en torno. </i>Ves, había que llegar a un nivel donde fuera posible reunir las dos cosas. Yo creo estar ya allí, pero soy de los pocos.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">7.<span style=""> </span>—De pocos será el reino —dijo Ronald—. Cualquier cosa te sirve para que te des bombo.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">6.<span style=""> </span>—Sé que es así —dijo Etienne—. Eso sí lo sé. Pero me ha llevado la vida juntar las dos manos, la izquierda con su corazón, la derecha con su pincel y su escuadra. Al principio era de los que miraban a Rafael pensando en Perugino, saltando como una langosta sobre Leo Battista Alberti, conectando, soldando, Pico por aquí, Lorenzo Valla por allá, pero fijate, Burckhardt dice, Berenson niega, Argan cree, esos azules son sieneses, esos paños vienen de Masaccio. No me acuerdo cuándo, fue en Roma, en la galería Barberini, estaba analizando un Andrea del Sarto, lo que se dice analizar, y en una de esas le<sup>,</sup> vi. No me pidas que explique nada. Lo vi (y no todo el cuadro, apenas un detalle del fondo, una figurita en un camino). Se me saltaron las lágrimas, es todo lo que te puedo decir.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">5.<span style=""> </span>—Eso no prueba nada —dijo Ronald—. Se llora por muchas razones.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">4.<span style=""> </span>—No vale la pena que te conteste. Ella hubiera comprendido mucho mejor. En realidad vamos todos por el mismo camino, sólo que unos empezamos por la izquierda y otros por la derecha. A veces, en el justo medio, alguien ve el pedazo de mantel con la copa, el tenedor, las aceitunas.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">3.<span style=""> </span>—Habla con figuras —dijo Ronald—. Es siempre el mismo.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style="">2.<span style=""> </span>—No hay otra manera de acercarse a todo lo perdido. lo extrañado. Ella estaba más cerca y lo sentía. Su único error era querer una prueba de que esa cercanía valía todas nuestras retóricas. Nadie podía darle esa prueba, primero porque somos incapaces de concebirla, y segundo porque de una manera u otra estamos bien instalados y satisfechos en nuestra ciencia colectiva. Es sabido que el Littré nos hace dormir tranquilos, está ahí al alcance de la mano, con todas las respuestas. Y es cierto, pero solamente porque ya no sabemos hacer las preguntas que lo liquidarían. Cuando la Maga preguntaba por qué los árboles se abrigaban en verano... pero es inútil, viejo, mejor callarse.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 35pt; text-indent: -18pt; color: rgb(153, 153, 255);"><!--[if !supportLists]--><span style=""><span style="">1.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; font-size: 7pt; line-height: normal; font-size-adjust: none; font-stretch: normal;"> </span></span></span><!--[endif]--><span style="">—Sí, todo eso no se puede explicar —dijo Ronald.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(153, 153, 255);" class="MsoNormal"><span style=""><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: right; color: rgb(153, 153, 255);" align="right"><b style=""><span style=""><a href="#_34"><span style="">(-34)</span></a><o:p></o:p></span></b></p>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-86434963954203020782008-05-31T12:18:00.000-07:002008-05-31T12:20:05.050-07:00rayuela - capítulo 108<div style="color: rgb(51, 51, 255);" class="Section1"> <p class="MsoNormal"><span style="">—La cloche, le clochard, la clocharde, clocharder. Pero si hasta han presentado una tesis en la Sorbona sobre la psicología de los clochards.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Puede ser —dijo Oliveira—. Pero no tienen ningún Juan Filloy que les escriba <i style="">Caterva. </i>¿Qué será de Filloy, che? <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Naturalmente la Maga no podía saberlo, empezando porque ignoraba su existencia. Hubo que explicarle por qué Filloy, por qué <i style="">Caterva. </i>A la Maga le gustó muchísimo el argumento del libro, la idea de que los linyeras criollos estaban en la línea de los clochards. Se quedó firmemente convencida de que era un insulto confundir a un linyera con un mendigo, y su simpatía por la clocharde del Pont des Arts se arraigó en razones que ahora le parecían científicas. Sobre todo en esos días en que habían descubierto, andando por las orillas, que la clocharde estaba enamorada, la simpatía y el deseo de que todo terminara bien era para la Maga algo así como el arco de los puentes, que siempre la emocionaban, o esos pedazos de latón o de alambre que Oliveira juntaba cabizbajo al azar de los paseos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Filloy, carajo —decía Oliveira mirando las torres de la Conserjería y pensando en Cartouche—. Qué lejos está mi país, che, es increíble que pueda haber tanta agua salada en este mundo de locos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—En cambio hay menos aire —decía la Maga—. Treinta y dos horas, nada más.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Ah. Cierto. Y qué me decís de la menega. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Y de las ganas de ir. Porque yo no tengo. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Ni yo. Pero ponele. No hay caso, irrefutablemente. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Vos nunca hablabas de volver —dijo la Maga.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Nadie habla, cumbres borrascosas, nadie habla. Es solamente la conciencia de que todo va como la mona para el que no tiene guita.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—París es gratis —citó la Maga—. Vos lo dijiste el día que nos conocimos. Ir a ver la clocharde es gratis, hacer el amor es gratis, decirte que sos malo es gratis, no quererte... ¿Por qué te acostaste con Pola?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Una cuestión de perfumes —dijo Oliveira sentándose en el riel al borde del agua—. Me pareció que olía a cantar de los cantares, a cinamomo, a mirra, esas cosas. Era cierto, además.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—La clocharde no va a venir esta noche. Ya tendría que estar aquí, no falta casi nunca.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—A veces los meten presos —dijo Oliveira—. Para despiojarlos, supongo, o para que la ciudad duerma tranquila a orillas de su río impasible. Un clochard es más escándalo que un ladrón, es sabido; en el fondo no pueden contra ellos, tienen que dejarlos en paz.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="PT-BR">—Contame de Pola. </span><span style="">A lo mejor entre tanto vemos a la clocharde.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Va cayendo la noche, los turistas americanos se acuerdan de sus hoteles, les duelen los pies, han comprado cantidad de porquerías, ya tienen completos sus Sade, sus Miller, <i style="">sus Onze mille verges, </i>las fotos artísticas, las estampas libertinas, los Sagan y los Buffet. Mirá cómo se va despejando el paisaje por el lado del puente. Y dejala tranquila a Pola, eso no se cuenta. Bueno, el pintor está plegando el caballete, ya nadie se para a mirarlo. Es increíble cómo se ve de nítido, el aire está lavado como el pelo de esa chica que corre allá, mirala, vestida de rojo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Contame de Pola —repitió la Maga, golpeándole el hombro con el revés de la mano.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Pura pornografía —dijo Oliveira—. No te va a gustar. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Pero a ella seguramente que le contaste de nosotros. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—No. En líneas generales, solamente. ¿Qué le puedo contar? Pola no existe, lo sabés. ¿Dónde está? Mostrámela. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Sofismas —dijo la Maga, que había aprendido el término en las discusiones de Ronald y Etienne—. No estará aquí, pero está en la rue Dauphine, eso es seguro.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—¿Pero dónde está la rue Dauphine? —dijo Oliveira—. Tiens, la clocharde qui s’amène. Che, pero está deslumbrante. Bajando la escalinata, tambaleándose bajo el peso de un enorme fardo de donde sobresalían mangas de sobretodos deshilachados, bufandas rotas, pantalones recogidos en los tachos de basura, pedazos de género y hasta un rollo de alambre ennegrecido, la clocharde llegó al nivel del muelle más bajo y soltó una exclamación entre berrido y suspiro.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Sobre un fondo indescifrable donde se acumularían camisones pegados a la piel, blusas regaladas y algún corpiño capaz de contener unos senos ominosos, se iban sumando, dos, tres, quizá cuatro vestidos, el guardarropas completo, y por encima un saco de hombre con una manga casi arrancada, una bufanda sostenida por un broche de latón con una piedra verde y otra roja, y en el pelo increíblemente teñido de rubio una especie de vincha verde de gasa, colgando de un lado.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Está maravillosa —dijo Oliveira—. Viene a seducir a los del puente.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Se ve que está enamorada —dijo la Maga—. Y cómo se ha pintado, mirale los labios. Y el rimmel, se ha puesto todo lo que tenía.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Parece Grock en peor. O algunas figuras de Ensor. Es sublime. ¿Cómo se las arreglarán para hacer el amor esos dos? Porque no me vas a decir que se aman a distancia.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Conozco un rincón cerca del hotel de Sens donde los clochards se juntan para eso. La policía los deja. Madame Léonie me dijo que siempre hay algún soplón de la policía entre ellos, a esa hora aflojan los secretos. Parece que los clochards saben muchas cosas del hampa.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—El hampa, qué palabra —dijo Oliveira—. Sí, claro que saben. Están en el borde social, en el filo del embudo. También deben saber muchas cosas de los rentistas y los curas. Una buena ojeada a los tachos de basura...<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Allá viene el clochard. Está más borracho que nunca. Pobrecita, cómo lo espera, mirá cómo ha dejado el paquete en el suelo para hacerle señas, está tan emocionada.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Por más hotel de Sens que digas, me pregunto cómo se las arreglan<span style=""> </span><span style=""> </span>—murmuró Oliveira—. Con toda esa ropa, che. Porque ella no se saca más que una o dos cosas cuando hace menos frío, pero debajo tiene cinco o seis más, sin hablar de lo que llaman ropa interior. ¿Vos te imaginás lo que puede ser eso, y en un terreno baldío? El tipo es más fácil, los pantalones son tan manejables.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—No se desvisten —conjeturó la Maga—. La policía no los dejaría. Y la lluvia, pensá un poco. Se meten en los rincones, en ese baldío hay como unos pozos de medio metro, con cascotes en los bordes, donde los obreros tiran basuras y botellas. Me imagino que hacen el amor parados.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—¿Con toda esa ropa? Pero es inconcebible. ¿Quiere decir que el tipo no la ha visto nunca desnuda? Eso tiene que ser una porquería.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Mirá cómo se quieren —dijo la Maga—. Se miran de una manera.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Al tipo se le sale el vino por los ojos, che. Ternura a once grados y bastante tanino.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Se quieren, Horacio, se quieren. Ella se llama Emmanuèle, fue puta en las provincias. Vino en una péniche, se quedó en los muelles. Una noche que yo estaba triste hablamos. Huele que es un horror, al rato tuve que irme. ¿Sabés qué le pregunté? Le pregunté cuándo se cambiaba de ropa. Qué tontería preguntarle eso. Es muy buena, está bastante loca, esa noche creía ver las flores del campo en los adoquines, las iba nombrando.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Como Ofelia —dijo Horacio—. La naturaleza imita el arte.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—¿Ofelia?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Perdoná, soy un pedante. ¿Y qué te contestó cuando le preguntaste lo de la ropa?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Se puso a reír y se bebió medio litro de un trago. Dijo que la última vez que se había sacado algo había sido por abajo, tirando desde las rodillas. Todo iba saliendo a pedazos. En invierno tienen mucho frío, se echan encima todo lo que encuentran.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—No me gustaría ser enfermero y que me la trajeran en camilla alguna noche. Un prejuicio como cualquier otro. Pilares de la sociedad. Tengo sed, Maga.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Andá a lo de Pola —dijo la Maga, mirando a la clocharde que se acariciaba con su enamorado debajo del puente—. Fijate, ahora va a bailar, siempre baila un poco a esta hora.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Parece un oso.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Es tan feliz —dijo la Maga juntando una piedrita blanca y mirándola por todos lados.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Horacio le quitó la piedra y la lamió. Tenía gusto a sal y a piedra.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Es mía —dijo la Maga, queriendo recuperarla.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Sí, pero mirá qué color tiene cuando está conmigo. </span><span style="" lang="PT-BR">Conmigo se ilumina.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Conmigo está más contenta. Dámela, es mía. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Se miraron. Pola.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Y bueno —dijo Horacio—. Lo mismo da ahora que cualquier otra vez. Sos tan tonta, muchachita, si supieras lo tranquila que podés dormir.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Dormir sola, vaya la gracia. Ya ves, no lloro. Podés seguir hablando, no voy a llorar. Soy como ella, mirala bailando, mirá, es como la luna, pesa más que una montaña y baila, tiene tanta roña y baila. Es un ejemplo. Dame la piedrita.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Tomá. Sabés, es tan difícil decirte: te quiero. Tan difícil, ahora.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Sí, parecería que a mí me das la copia con papel carbónico.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Estamos hablando como dos águilas —dijo Horacio. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Es para reírse —dijo la Maga—. Si querés te la presto un momentito, mientras dure el baile de la clocharde. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Bueno —dijo Horacio, aceptando la piedra y lamiéndola otra vez—. ¿Por qué hay que hablar de Pola? Está enferma y sola, la voy a ver, hacemos el amor todavía, pero basta, no quiero convertirla en palabras, ni siquiera con vos. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Emmanuèle se va a caer al agua —dijo la Maga—. Está más borracha que el tipo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—No, todo va a terminar con la sordidez de siempre —dijo Oliveira, levantándose del riel—. ¿Ves al noble representante de la autoridad que se acerca? Vámonos, es demasiado triste. Si la pobre tenía ganas de bailar...<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Alguna vieja puritana armó un lío ahí arriba. Si la encontramos vos le pegás una patada en el traste.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Ya está. Y vos me disculpás diciendo que a veces se me dispara la pierna por culpa del obús que recibí defendiendo Stalingrado.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Y entonces vos te cuadrás y hacés la venia.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Eso me sale muy bien, che, lo aprendí en Palermo. Vení, vamos a beber algo. No quiero mirar para atrás, oí cómo el cana la putea. Todo el problema está en eso. ¿No tendría que volver y encajarle a él la patada? Oli Arjuna, aconséjame. Y debajo de los uniformes está el olor de la ignominia de los civiles. Ho <i style="">detto. </i>Vení, rajemos una vez más. Estoy más sucio que tu Emmanuèle, es una roña que empezó hace tantos siglos, <i style="">Pernil lave plus blanc, </i>haría falta un detergente padre, muchachita, una jabonada cósmica. ¿Te gustan las palabras bonitas? Salut, Gaston.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Salut messieurs dames —dijo Gaston—. Alors, deux petits blancs secs comme d’habitude, hein?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">—Comme d’habitude, mon vieux, comme d’habitude. </span><span style="" lang="PT-BR">Avec du Pernil dedans.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="">Gaston lo miró y se fue moviendo la cabeza. Oliveira se apoderó de la mano de la Maga y le contó atentamente los dedos. Después colocó la piedra sobre la palma, fue doblando los dedos uno a uno, y encima de todo puso un beso. La Maga vio que había cerrado los ojos y parecía como ausente. «Comediante», pensó enternecida.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style=""><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: right;" align="right"><b style=""><span style=""><a href="#_64"><span style="">(-64)</span></a><o:p></o:p></span></b></p> </div> <b style=""><span style="font-size: 13pt; font-family: "Book Antiqua"; color: black;"><br /> </span></b>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-39748324741848295022008-05-31T12:13:00.000-07:002008-05-31T12:14:23.724-07:00rayuela - capítulo 65<p style="color: rgb(0, 153, 0);" class="MsoNormal"><i style=""><span style="">Modelo de ficha del Club. <o:p></o:p></span></i></p> <p style="color: rgb(0, 153, 0);" class="MsoNormal"><span style="" lang="PT">Gregorovius, Ossip. <o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(0, 153, 0);" class="MsoNormal"><span style="" lang="PT">Apátrida.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(0, 153, 0);" class="MsoNormal"><span style="">Luna llena (lado opuesto, invisible en ese entonces presputnik): ¿cráteres, mares, cenizas?<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(0, 153, 0);" class="MsoNormal"><span style="">Tiende a vestir de negro, de gris, de pardo. Nunca se lo ha visto con un traje completo. Hay quienes afirman que tiene tres pero que combina invariablemente el saco de uno con el pantalón de otro. No sería difícil verificar esto.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(0, 153, 0);" class="MsoNormal"><span style="">Edad: dice tener cuarenta y ocho años.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(0, 153, 0);" class="MsoNormal"><span style="">Profesión: intelectual. Tía abuela envía módica pensión. <o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(0, 153, 0);" class="MsoNormal"><i style=""><span style="">Carte de séjour </span></i><span style="">AC 3456923 (por seis meses, renovable. Ya ha sido renovada nueve veces, cada vez con mayor dificultad).<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(0, 153, 0);" class="MsoNormal"><span style="">País de origen: nacido en Borzok (partida de nacimiento probablemente falsa, según declaración de Gregorovius a la policía de París. Las razones de su presunción constan en el prontuario).<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(0, 153, 0);" class="MsoNormal"><span style="">País de origen: en el año de su nacimiento, Borzok formaba parte del imperio austrohúngaro. Origen magyar evidente. A él le gusta insinuar que es checo.<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(0, 153, 0);" class="MsoNormal"><span style="">País de origen: probablemente Gran Bretaña. Gregorovius habría nacido en Glasgow, de padre marino y madre terrícola, resultado de una escala forzosa, un arrumaje precario, <i style="">stout ale y </i>complacencias xenofílicas excesivas por parte de Miss Marjorie Babington, 22 Stewart Street.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="color: rgb(0, 153, 0);" lang="PT">A Gregorovius le agrada establecer una picaresca prenatal y difama a sus madres (tiene tres, según la borrachera) atribuyéndoles costumbres licenciosas. La Herzogin Magda Razenswill, que aparece con el whisky o el coñac, era una lesbiana autora de un tratado seudocientífico sobre la <i style="">carezza </i>(traducción a cuatro idiomas). Miss Babington, que se ectoplasmiza con el gin, acabó de puta en Malta. La tercera madre es un constante problema para Etienne, Ronald y Oliveira, testigos de su esfumada aparición vía Beaujolais, Côtes du Rhône o Bourgogne Aligoté. </span><span style=""><span style="color: rgb(0, 153, 0);">Según los casos se llama Galle, Adgalle o Minti, vive libremente en Herzegovina o Nápoles, viaja a Estados Unidos con una compañía de vaudeville, es la primera mujer que fuma en España, vende violetas a la salida de la Opera de Viena, inventa métodos anticonceptivos, muere de tifus, está viva pero ciega en Huerta, desaparece junto con el chofer del Zar en Tsarskoie-Selo, extorsiona a su hijo en los años bisiestos, cultiva la hidroterapia, tiene relaciones sospechosas con un cura de Pontoise, ha muerto, al nacer Gregorovius, que además sería hijo de Santos Dumont. De manera inexplicable los testigos han notado que estas sucesivas (o simultáneas) versiones de la tercera madre van siempre acompañadas de referencias a Gurdiaeff, a quien Gregorovius admira y detesta pendularmente.</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style=""><o:p> </o:p></span></p> <div style="text-align: right;"><b style=""><span style="font-size: 13pt; font-family: "Book Antiqua"; color: black;"><a href="#_11"><span style="">(-11)</span></a></span></b></div>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-77771222915396867022008-05-31T12:11:00.000-07:002008-05-31T12:12:49.600-07:00rayuela - capítulo 116<p style="color: rgb(255, 0, 0);" class="MsoNormal"><span style="">En un pasaje de Morelli, este epígrafe de <i style="">L’Abbé C, </i>de Georges Bataille: </span><span style="font-family: "Berling Antiqua";">«</span><span style="">Il souffrait d’avoir introduit des figures décharnées, qui se déplaçaient dans un monde dément, qui jamais ne pourraient convaincre.»<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(255, 0, 0);" class="MsoNormal"><span style="">Una nota con lápiz, casi ilegible: </span><span style="font-family: "Berling Antiqua";">«</span><span style="">Sí, se sufre de a ratos, pero es la única salida decente. Basta de novelas hedónicas, premasticadas, con <i style="">psicologías</i>. Hay que tenderse al máximo, ser <i style="">voyant</i> como quería Rimbaud. El novelista hedónico no es más que un <i style="">voyeur</i>. Por otro lado, basta de técnicas puramente descriptivas, de novelas, ‘del comportamiento’, meros guiones de cine sin el rescate de las imágenes.»<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(255, 0, 0);" class="MsoNormal"><span style="">A relacionar con otro pasaje: </span><span style="font-family: "Berling Antiqua";">«</span><span style="">¿Cómo contar sin <i style="">cocina</i>, sin maquillaje, sin guiñadas de ojo al lector? Tal vez renunciando al supuesto de que una narración es una obra de arte. Sentirla como sentiríamos el yeso que vertemos sobre un rostro para hacerle una mascarilla. Pero el rostro debería ser el nuestro.»<o:p></o:p></span></p> <p style="color: rgb(255, 0, 0);" class="MsoNormal"><span style="">Y quizá también esta nota suelta: «Lionello Venturi, hablando de Manet y su <i style="">Olympia</i>, señala que Manet prescinde de la naturaleza, la belleza, la acción y las intenciones morales, para concentrarse en la imagen plástica. Así, sin que él lo sepa, está operando como un retorno del arte moderno a la Edad Media. Esta había entendido el arte como una serie de imágenes, sustituidas durante el Renacimiento y la época moderna por la representación de la realidad. El mismo Venturi (¿o es Giulio Carlo agrega: ‘La ironía de la historia ha querido que en el mismo momento en que la representación de la realidad se volvía objetiva, y por ende fotográfica y mecánica, un brillante parisiense que quería hacer realismo haya sido impulsado por su formidable genio a devolver el arte a su función de creador de imágenes...’»<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style=""><span style="color: rgb(255, 0, 0);">Morelli añade: «Acostumbrarse a emplear la expresión figura en vez de imagen, para evitar confusiones. Sí. Todo coincide. Pero no se trata de una vuelta a la Edad Media ni cosa parecida. Error de postular un tiempo histórico absoluto: Hay tiempos diferentes </span><i style="color: rgb(255, 0, 0);">aunque </i><span style="color: rgb(255, 0, 0);">paralelos. En ese sentido, uno de los tiempos de la llamada Edad Media puede coincidir con uno de los tiempos de la llamada Edad Moderna. Y ese tiempo es el percibido y habitado por pintores y escritores que rehúsan apoyarse en la circunstancia, ser ‘modernos’ en el sentido en que lo entienden los contemporáneos, lo que no significa que opten por ser anacrónicos; sencillamente están al margen del tiempo superficial de su época, y desde ese otro tiempo donde todo accede a la condición de </span><i style="color: rgb(255, 0, 0);">figura, </i><span style="color: rgb(255, 0, 0);">donde todo vale como signo y no como tema de descripción, intentan una obra que puede parecer ajena o antagónica a su tiempo y a su historia circundantes, y que sin embargo los incluye, los explica, y en último término los orienta hacia una trascendencia en cuyo término está esperando el hombre.»</span></span></p><br /><p class="MsoNormal"><br /></p><p style="text-align: right;" class="MsoNormal">(-3)<br /><span style=""><span style="color: rgb(255, 0, 0);"></span><o:p></o:p></span></p>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4615426738376917845.post-41014601433837015092008-05-18T00:31:00.000-07:002008-05-18T00:45:06.467-07:00las caras de la medalla<div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;"><span style="font-family: verdana;">A la que un día lo leerá, ya tarde</span></span><br /><span style="font-size:85%;"><span style="font-family: verdana;">como siempre<br /><br /><br /><br /></span></span><div style="text-align: justify;"><span style="font-size:85%;"><span style="font-family: verdana;"></span><span style="font-family: verdana; color: rgb(102, 0, 204);">A nuestra manera los dos sabemos que hubo un error, una equivocación restañable pero que ninguno fue capaz de restañar. Estamos seguros de no habernos juzgado nunca, de simplemente haber aceptado que las cosas se daban así y que no se podía hacer más que lo que hicimos. No sé si pensamos entonces en cosas como el orgullo, la renuncia, la decepción, si solamente Mireille o solamente Javier las pensaron mientras el otro las aceptaba como algo fatal, sometiéndose a un sistema que los abarcaba y los sometía; es demasiado fácil ahora decirse que todo pudo depender de una rebeldía instantánea, de encender el velador al lado de la cama cuando Mireille se negaba, de guardar a Javier a su lado toda la noche cuando él buscaba ya sus ropas para volver a vestirse; es demasiado fácil echarle la culpa a la delicadeza, a la imposibilidad de ser brutal u obstinado o generoso. Entre seres más simples o más ignorantes eso no hubiera sucedido así, acaso una bofetada o un insulto hubieran contenido la caridad y el justo camino que el decoro nos vedó cortésmente. Nuestro respeto venía de una manera de vivir que nos acercó como las caras de la medalla; lo aceptamos cada cual de su lado, Mireille en un silencio de distancia y renuncia, Javier murmurándole su esperanza ya ridícula, callándose por fin en mitad de una frase, en mitad de una última carta. Y después de todo sólo nos quedaba, nos quedaba la lúgubre tarea de seguir siendo dignos, de seguir viviendo con la vana esperanza de que el olvido no nos olvide demasiado.</span><br /><br /><br /><br /></span><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;"><span style="font-family: verdana;">Julio Cortázar, "Las caras de la medalla" en Alguien que anda por ahí. (1977)</span></span><br /></div><span style="font-size:85%;"><span style="font-family: verdana;"></span></span></div></div>eudora fletcherhttp://www.blogger.com/profile/10353784459847440049noreply@blogger.com0